Tras un paréntesis navideño que ha dejado el blog desierto durante más de un mes, he vuelto a Hasselt, y por ello retomo mis entradas, para gozo y disfrute basicamente de mí misma.
Escribir en el blog ayuda a ordenar las ideas, ya que cuando estas aquí el tiempo pasa rápido y suceden tantas cosas que hay días que no recuerdas todas, o que no puedes situarlas con certeza en el tiempo. En mi caso, cuando releo las entradas anteriores, mi mente hace un viaje divertidísimo y recuerda anécdotas almacenadas en un espacio muy pequeñito el cerebro, y que nunca deberían ser olvidadas.
Lo cierto es que volver después de una época en España no es fácil. Antes de irnos, todos estábamos ilusionados, soñábamos con volver a probar las aceitunas, el jamón, o incluso un buen pescado. Los pucheros maternos y las lentejas de la abuela se convirtieron en un tema de conversación recurrente durante las últimas semanas. Una vez en casa, desconectamos de nuestra familia Erasmus para disfrutar (cada uno a su manera, como en todo) de la vida en casa.
Pero como decía, el paréntesis acaba y vuelves con ganas y ánimo, pero sin poder evitar que el aire te resulte extraño. De todas maneras, siempre está ahí tu familia Erasmus para animarte y hacerte sentir en casa otra vez. Es extraño pero se repite en casi todas las historias de personas de Erasmus que he conocido, creas un vínculo muy fuerte con todo lo que te rodea durante esta experiencia, sobre todo con las personas.
Aquí como en una familia, cada uno tiene un rol: Está la madre, la hija responsable, la abuela, el abuelo, el hijo cafre, la hermana pesada, los primos que alientan al hijo cafre, etc. Pero todos y cada uno de ellos tienen un papel fundamental en este juego que es vivir en otro país y sentir otra cultura durante una temporada.
En mi caso, la celebración del amigo invisible fue la "reunión familiar" que tanto esperaba. Mi regalo indiscutible, un recuerdo perfecto que me llevaré a casa y que utilizaré para desayunar de buen humor todos los días. Ahora que me he acostumbrado al agradable hecho de no tener que desayunar sola, mi taza me ayudará cuando vuelva a la vida normal de un piso de trabajadoras y una cocina vacía a las 8:00 a.m...pero estos son solo pensamientos inútiles y divagaciones de futuro que no debería tener mientras siga disfrutando de la compañía real.
Hablando de otra cosa, en este tiempo en casa he aprendido a valorar lo que tengo en España, para mí ahora no hay ciudad mas bonita que la mía, amigas más interesantes, inteligentes y divertidas que las mías, ni acento más perfecto. No se cuanto me durará esta exaltación Andaluza pero lo cierto es que ahora está a flor de piel!
Bueno, me despido con toooda la nostalgia y el cariño del mundo.
He vuelto a algún lugar de Bélgica