jueves, 6 de octubre de 2011

El mundo se mueve, y yo con él

Ya hace mucho tiempo que no escribo, pero como todos (Plural de toda la vida, sin distinciones de género) os imaginaréis eso no es ni de lejos una mala señal. Todo lo contrario, la vida se ha vuelto agitada y complicada en Hasselt, en Bélgica e incluso en Alemania. Cuesta encontrar momentos tranquilos en los que la parte comodita del final de mi espalda se quiera detener a escribir, pero como sabréis eso no quiere decir que no tenga nada que contaros.


Retrocedamos en el tiempo: hace dos semanas visité por primera vez Bruselas, capital de Bélgica y de Europa, sorpresa absoluta. Fue un viaje de 24 horas, visita a la ciudad con posibilidad de quedarnos a pasar la noche en "Fuse", discoteca de la capital. Mi cuerpo no pudo resistir todo el día caminando (te quiero Bego), bebiendo cerveza y saltando en el concierto que casualmente nos encontramos en la "Grand Place" y que me recordó lo bonitas que son las "casualidades" de este mundo, así que no pisé la discoteca.

Parlamento Europeo
Bruselas es una de esas ciudades en las que no paras de mirar a todos lados, con miedo a perderte una vista maravillosa, un músico callejero o  un perro con gafas de sol. Los edificios me recordaban a Brujas, pero a gran escala y con un recubrimiento señorial que sólo la capital de un continente puede permitirse. Tengo que señalar además que nos hizo un tiempo estupendo, lo cual obviamente favoreció que las calles estuvieran abarrotadas de jóvenes y no tan jóvenes dándole una vida especial a cada esquina.
Por supuesto, un par de horas sentados en un bar de cervezas no pudieron faltar.




Después de Bruselas, vinieron clases y salidas, idas y venidas, nuevos vecinos en la residencia, días de escribir en el parque y pocas horas de dormir.

Entonces llegó como si nada este fin de semana, en el que mi sentido común tuvo un pequeño apagón y partí al Oktober Fest, en Munich. Tres furgonetas de 9 personas más 1 coche condujimos 6 horas (más otras 6 parados en un atasco) hasta llegar al "Park&Ride" que se convirtió en nuestro improvisado hotel de 1.345.000 estrellas, todas las que se veían desde los cristales de nuestra furgoneta.

La de las chicas era gris, la de los chicos negra

El Oktober es una especie de feria, con una "calle del infierno" y muchas casetas, cada una de una familia de cervezas. El ambiente me pareció sorprendente desde el primer momento, porque llegamos allí a las 10:30 de la mañana y los germanos ya iban por su tercera cerveza.



Es gracioso, lo mínimo que se puede consumir en el Oktober Fest es un litro de cerveza, no se puede pedir nada menos, se permite subir a las mesas a cantar y bailar con peligro real de caer encima de la cabeza de cualquiera, pero lo que no se permite es estar borracho tirado en el suelo, entonces aparece la "policía del Oktober", agarra al susodicho borracho y se lo lleva esposado, e incluso en alguna ocasión amordazado.
A pesar de la ironía de las borracheras y la exagerada afluencia de italianos borrachos y con la testosterona sobre la mesa, la fiesta es algo que nadie debería perderse.

Con nuestro mecanismo para reconocernos entre la multitud:coronas doradas


Dos segundos después, nos cayó encima
Acercándonos más a la fecha de hoy, también debería contaros que conocimos a la AES, que es la Asociación de Estudiantes Internacionales de Hasselt, que aunque suene muy corporativo, no es más que un grupo de Belgas que montan fiestas todas las semanas. Ya hemos ido a un par de las que han organizado y la verdad es que mezclarse con Belgas siempre viene bien, aunque sólo sea para conocer un poco de la cultura local.

Bueno, creo que este post se está haciendo un poco largo, así que voy a terminar, dejándome muchas cosas en el tintero que me gustaría compartir con vosotros, pero lo haré más adelante, lo prometo.

Me acuerdo muchísimo de todos vosotros, cada día y cada hora...me faltan muchos pedacitos.

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